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Este fue uno de esos días en los que es inevitable pensar que sucedería si todo fuese distinto, el no entrenar, no tener problemas, solo lo ha llevado al borde de la depresión, y suena bastante irónico, ya que a pesar de estar rodeado de quienes necesita, estar en donde debe y merece, no parece ser suficiente. El destino puede ser juguetón, increíblemente inesperado y puede que hasta odiado.
Pero no hay nada más palpable y cierto que el mismo. Y si, aunque muchos digan que el mismo no existe, lo que en realidad sucede es que nadie sabe qué significa en realidad. Nadie se da cuenta que la vida es tan justa, que cuando nos estrellamos contra algún capricho, las heridas nos las hacemos nosotros mismos.
¿Puede existir un dolor invisible?, está claro que de hablar de algo así es como hablar de los sonidos del silencio, es hablar de una realidad surrealista, es encerrarse en un circulo vicioso de verdades, mentiras, posibilidades, frustraciones y negaciones mezcladas con una alta concentración. Es tan absurdo,complejo, ¡Estúpido!.
¿De que serviría ahora maldecir? ¿De que serviría entonces arrepentirse? ¡Quejarse! ¡Por todos los cielos!, es solo la muestra de que no eres capaz de hacer nada, de que todo da igual ya, y que simplemente las peleas triunfadas se igualan a las perdidas solo por una razón; impotencia.
Todo se vuelve tan... superfluo, se divide a si mismo para sumarse más 10000 y sin más ni más, se multiplica por cero en un rápido escape de opción. Que cobardía.
Entonces hoy, es el día en el que se dio cuenta, vivió en una mentira. En que todos los problemas, y las razones de depresión son una mentira creada por si mismo. Qué no había razón... hasta aquellos segundos.
¡Aquellos precisos, hermosos y endemoniados segundos!
Oh, ¡Por todos los dioses! ¡Por todas las tempestades creadas por caprichos de Zeus!, lo que en realidad sucedía era que la extrañaba, que la necesitaba, de una manera desesperada... inexplicable, ridícula e infantil. Necesitaba tanto saber donde estaba, cruzar frases con ella, entender porque razón parecía ser un antídoto que necesitaba.
Quería volver a abrazarla, protegerla, demostrarle que sus lagrimas habían sido mucho más que alentadoras, que le quemaron la piel, que cada una de sus palabras fueron elixir, que cada uno de sus murmullos droga y su presencia simplemente única. Que fue un remolino de emociones claramente ignorados por miedo, por confusión, por idiotez extrema.
Entonces hoy es el día, en que se dió cuenta que más que sacrificio, su vida parecerá solo una ilusión como siga así, consumiéndose en esa distancia, en esa única verdad que no quería aceptar.
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