03 agosto 2011

¡Renuncio!



Mis ojos quedaron perplejos ante lo que veía; mejor dicho, ante lo que oía. Toda mi vida esperando algo, alerta y cuando me descuidé... llegó sin más ni más, ¡Como un repentino rayo! que quema todo cuanto se interpone en su camino. Era perfecto, único, hermoso, brillante... pero peligroso.

Quedé en una encrucijada, detrás de mi estaban los chicos, y aunque no divisé que expresión tenían en sus rostros, estaba segura que era una de confusión, y duda hacia mi. Apreté mis labios bajando mi mirada, mi cabello se seguía moviendo insistentemente con la brisa de aquel atardecer.

-¿Y bien?- dijo él, con su inseparable ropa oscura y única danzando igual que mi cabello, no se si era por todo el tiempo que lo esperé o por si tenía meses sin verlo, lo cierto es que me parecía todo una hermosa película con un estúpido final feliz. 

Aunque; básicamente, si decidía ir con él, estaría abandonando más de la mitad de mi misma.

Di un paso hacia adelante, entonces apreté mis manos en aquel movimiento inerte. ¿Qué estaba a punto de hacer?

-Mary...- dijo mi mejor amiga, cerré los ojos entonces, ella era parte de mi realidad, la que aunque fuese dolorosa, sería la más acertada, sería mejor que lo que estaba a punto de hacer.

Volví a dar un paso hacia adelante, estaba a dos pasos más lejos de mi realidad, iría directo hacia mi hermosa mentira.

-Cleopatra creció entre las adversidades, y sabes que Artemisa siempre fué libre- dijo él, con su ropajes oscuros, mostrándose como un demonio disfrazado de ángel

-¡Sabes que es mentira! ¡Sabe como manipularte!.- gritó alguien de mi grupo, no supe quien fué, porque en el instante que él acabó de hablar, yo levé mi vista perdiéndome en el espejismo de su mirada. Ante el escrutinio de sus ojos de caoba comprendí que yo era alguien cobarde.

-estoy harta- exhalé en un claro murmullo... -¡Estoy harta de todo esto!- completé dándome media vuelta -¡Solo soy la que siempre tiene los problemas! ¡la que nunca los resuelve!, solo soy la que se equivoca, la que nunca pregunta, a la que le ven los errores, la que es ingenua, estúpida... insegura, ¿para que demonios me querrían aquí? ¡Solo soy la de voz fuerte para llamar la atención y la que calla por no saberse comportar!- 

Sentí entonces el brazo de él rodeando mi cintura, como en un ágil y rápido movimiento apegaba mi espalda contra su pecho y daba un suave beso en mi mejilla, cuando hizo aquello volví de quien sabe donde a mi aquí y ahora. Vi a los chicos, a cada uno de ellos viéndome con miradas perplejas, tristes, mudas. 

Vi a mi hermana asustada y como una de las chicas la abrazaba... y te vi a ti también. Me mirabas con angustia  reproches y miedo. Me sentí culpable por querer huir y abandonar, pero a la vez aliviada de tener algo a que aferrarme, de todos modos era una carrera contra el tiempo alguno de los dos se iría, ese serías tu, pero ahora sería yo quien quería hacerlo.

Él me impulsó hacia atrás, y yo moví mis pies accediendo a irme con mi mentira.

-¡Renuncio!.- exclamé justo cuando giré sobre mis talones y corrí en sentido contrario a la vida, mi amor, mi felicidad... y mi única verdad....


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