Aquí viajamos unos seis años al pasado
Iremos luego de que vaya por algunas cosas… aun faltan la
guitarra y los dulces…
Okay, te esperaré aquí.
Bajó las
escaleras dando graciosos saltitos en cada escalón, repasaba mentalmente las
partituras de las canciones que tocaría junto a Mary en aquella fiesta de
Hallowen a la que asistirían en pocos minutos, la habían planeado con algunos
amigos desde hacía ya un tiempo. Nani tenía preparada una coreografía, Josh y
Mary cantarían una canción y los demás tenían más sorpresas, desde que él y su
madre se habían mudado con Gladys y Mary todo había sido un tanto más liviano,
podía hacer lo que quisiese (hablando sanamente) y al parecer ya no había de
que preocuparse.
Susurros;
-¿desesperada?-
-exacto… Gladys,
ha desactivado todas mis tarjetas de crédito, irme hacia donde está ahora me
llevaría mucho tiempo, además, corro con el riesgo de gastar el poco efectivo
que me queda… quedarme sin algún centavo, y no verle para reclamarle-
-estamos para lo
que desees, ¡somos una familia! El dinero es lo de menos, mamuchi, haremos lo que sea-
Se detuvo
estático detrás de la pared de la cocina que daba hacia las escaleras de esa
pequeña casa, su mundo se había desmoronado.
Si, creyó por unos momentos que todo estaba perfecto, pero no era así,
su madre sollozaba en brazos de su tía, se sintió el mayor egoísta de todos, y
decidió cargar a cuestas un ‘pecado’ que supuestamente había cometido. Para
nadie era un secreto el que se encontraban ahí en esa casa después de el enorme
problema que se armó en su casa luego de encontrarlo tocando la guitarra su
padre… la guitarra… todo por culpa de ese instrumento.
-¡Hey!
¡Ayúdame!- escuchó detrás de sí un alarido, y segundos después algo chocó
contra su espalda. Cuando viró a ver encontró el forro de su guitarra con la
suya al parecer ya dentro –ya esta todo listo- inquirió Mary -¿por qué esa
cara?-
Ella que no era
para nada tonta se había dado cuenta del bajo extremo de ánimo que se fue sobre
los hombros de Josh, que estaba ahí, cual alma en pena, pálido y estático,
rehusándose a ir.
-N-no sucede
nada- respondió
-¡Claro que si
sucede algo! ¿Vuelves a oír conversaciones ajenas?- preguntó al ver que estaba
escondido detrás de la puerta de la cocina, esa era una mala costumbre de su
amigo de infancia. Entró a la cocina preguntando que sucedía con su tía:
-una migraña
horrible, Mary- respondiéndole esta, se tomó la cabeza con una mano luego de
suspirar para evitar algún quiebre explicito de voz -¿se van ya a su fiesta?-
finalizó
-¡Sip!- dijo
Mary –Erika, ahí hay pastillas de las que tomo cuando me duele demasiado la
cabeza, ya sabes, siempre me pasa, puedes usar alguna-
Erika asintió
aun ocultando su rostro, y la chica casi sin tragarse el cuento, pero fingiendo
bien, le dijo a su primo que se fuesen. Salieron de casa en silencio, caminaron
hasta llegar frente a un árbol de cerezos que estaba cerca de su casa. Ahí fue
el punto en que se rindió Jonathan, ya no quería fingir más, solo ceder ante el
suelo y quedarse ahí, quieto, para siempre, convertirse en piedra quizás,
podría esa ser una perfecta salida de todo ese Apocalipsis que sentía acercarse
poco a poco.
-Bien, ¿ya me
dirás que te sucede?- dijo Mary que se volteó mirándole directamente, decidida
a tomar cartas en el asunto. Sabía que el tenía algo y le preocupaba bastante.
-Nada- masculló
él
-¡JA!- dijo ella
sarcásticamente -¿no me dirás que tienes?-
-Dije que nada-
volvió a decir con una tranquilidad propia de un cadáver, ella por su parte tenía una preocupación rampante,
que aumentaba a ver lo raro que se encontraba.
-A pesar de que
siempre me obligas a decirte que tengo, ¿no me dirás nada?- ella era alguien
sumamente fiel, cual cachorrito, que creía ciegamente en que si das confianza,
eso recibirás, y encontrarse en aquella situación la preocupaba… muy por encima
de todo eso la hería en siento modo.
-No comiences
con tus babosadas-
El se había
fastidiado ya de ella.
Eso no la
intimidaría.
-¿confías en
mí?-
La verdad era
que aquel singular árbol de cerezos parecía tener un magnetismo para con
quienes tenían una pena a cuestas, y que estaban ciegos ante circunstancias de
sus vidas, era como un ciclo que te atrapaba, quizás por su tranquilidad, a
pesar de estar en media calle, cerca de él siempre había paz y silencio. Ese
arbolito era un psicólogo mudo que se quedaría ahí casi por siempre, sus
florecillas danzaban por doquier, como contando los segundos en que Mary
esperaba atenta la respuesta de su primo.
Ante el
silencio, sintió un nudo en la garganta, pero no importaba, era ahí donde irradiaba
la fuerza de su grandeza, a pesar de su miedo a ser rechazada lo intentaría
otra vez, pues no era por su bien, era por el de él. Y apretando sus manos
insistió
-¿Y bien?-
-¡Claro que lo
hago!-
Ante aquella
respuesta solo quedaba una cosa por hacer, recurriría a sus misteriosos poderes
que solo usaba en situaciones extremas. Cualquiera que no la conociese, (como
la mayoría de sus conocidos) diría
que es un acto infantil, otros una suma estupidez, pero no tienen idea del
valor que para ella tiene, y que para muchos también. Solo necesitaba dejar lo
que tenía en sus manos en el suelo, y se acercaría a él, pensando en su encantamiento.
Se detuvo frente
a él, este tenía su cabeza desviada hacia el tronco del árbol, con su mirada
perdida ahí, a pesar de la cercanía de su prima, y tomó su rostro con ambas
manos, haciéndolo bajar su vista hacia ella, que tenía muchos centímetros menos
que él.
-Cierra los
ojos-
-¡¿Qué?!-
exclamó él
-Entiendo que no
quieras decirme nada- soltó su rostro –entiendo también que hayan cosas que
prefieres mantener en secreto, todos merecemos privacidad, y bien, yo solo te
quiero ayudar. Te daré un trato especial, a cambio de dejarte en paz, solo
tienes que cerrar los ojos…
-¿para qué?-
-en eso me
demostrarás cuanto confías en mi, solo ciérralos, transmutaré tus penas-
-¿cómo?-
-un mago no dice
sus conjuros, solo ciérralos, no te comeré- rió Mary, y Josh, perdido y
contundido como se encontraba, cerró sus ojos dudoso, con el ceño claramente
fruncido, a la expectativa de la alquimia que al parecer su prima haría. Esta,
bajo su mirada hacia su pecho, recordando que ahí tras su caja toráxica estaba
escondido su corazón. ¿Por cuantas cosas había pasado? A pesar de que este al
parecer siempre estuviese inexpresivo algo ocultaba, y aunque quizás jamás se
enteraría de la naturaleza de sus penas solo podría hacer una cosa por él. Así
que pensando en expulsar demonios, pensamientos y magia negra, cerró sus ojos y
posó un suave beso sagrado en su pecho, sobre su cansado corazón, que
repiqueteó extrañamente, entre descargas eléctricas, eliminando neutrones,
fusionando protones y electrones vivamente, deshaciéndose rápidamente de la
magia mal intencionada que había entrado en el corazón de Jonathan.
Y quizás el
error que él cometió esa vez se basa en haber abierto los ojos antes de tiempo,
perplejo, al sentir lo que sucedía, bajó su mirada, encontrándose con semejante
espectáculo, Mary ahí, rozando sus labios contra su piel cubierta por la tela
negra de su ropa. Esta se separó, levando su mirada al percatarse de aquello.
Se quedó sin saber porque así, con sus labios juntos, mirándole fijamente,
hasta que soltó un extraño respingo y se llevó su mano derecha a su boca.
Josh, mudo, solo
la miró con duda en sus ojos, al verla doblarse sobre su abdomen como si
enserio hubiese aspirado algún veneno, y cual truco de película fantástica,
ella apartó su mano de sus labios, dejando caer caramelos ácidos negros,
cientos de ellos al suelo.
-¡Wow, mira! Con
razón tenías esa cara. ¡Mira todo el humo negro que tenías en el pecho!-
exclamó ella, observando los caramelos que habían salido de sus labios
-P-pero…-
tartamudeó Jonathan perplejo por tal escena -¡Son los caramelos que traías en
la bolsa!-
-¡Claro que no!
Son tus malos sentimientos, los he transmutado fuera de ti, ¡Mira! ¡Créelo!, si
no, no servirá de nada a pesar de haberlos sacado.-
-Pero, Ángel…-
-¡Cállate!- lo
interrumpió -¡Vamos a la fiesta! ¡Ya están fuera de ti! Ahora tocarás la
guitarra y te convertirás en el sucesor de Slash.-
Y tomando sus
manos, y las cosas, lo arrastro junto a ella, empujándolo a seguir adelante, y
sin darse cuenta, lanzándole un hechizo a su corazón.
Y regresamos al presente
Bien, hay solo
dos cuestiones, dos preguntas de índole extrema, la primera era, ¿Cómo era que
se encontraba casi en el suelo? Estaba en el borde de su cama casi cayendo al
suelo, la segunda era la más importante y quizás más traumatizante, quizás
también seria la responsable de futuras confusiones, la base de esta historia
por casualidad. Y eso es: ¿por qué estaba soñando con Mary?, y añadiendo un
tercer punto importante ¿por qué recordaba aquel día?, se suponía que todo
había quedado en el pasado, que ella había hecho un perfecto encantamiento.
La gran maga
Isis, así le decían a esa diosa en el antiguo Egipto, siempre le había recordado a Mary, que por cierto de
seguro ya habría para esos minutos, encontrado la cámara que había reparado,
quería ayudar a la malcriada niña de alguna manera. Se levantó, vistiéndose,
lavándose los dientes y bajando a desayunar. Solo tomo un par de galletas de
soda y un poco de jugo de naranja.
-Me extrañó el
que no te fueses con Mary- inquirió Gladys que se encontraba organizando los
libros de filosofía y poesía que hacía poco había adquirido
-No tengo clases
en la mañana hoy, quería irme con ella pero no se por qué dormí demasiado-
suspiró Jonathan que se preparaba para irse. Se despidió colocándose los
auricurales, se iría escuchando música, debía mejorar su humor, porque se
sentía bastante molesto. Y se le notaba en sencillamente la manera de caminar,
que un poco más y sería la rígida marcha de algún nazi.
Llega entonces a
la academia, y se quita los amiguitos de sus oídos, vio acercarse a una chica
que recordó, debió llamar la noche anterior. Stefanía. Maldijo muy por debajo
de su fría expresión, y se detuvo con la mirada perdida, sabía que ella lo
había visto ya y se acercaría.
-¿Qué sucedió
ayer? Dijiste que me llamarías- dijo enrollándose el cabello en rulos
artificiales de color castaño rojizo, con aquel aire que la envolvía de chica sexyyosoymejorquetuyloschicossemuerenpormi.
-se me olvidó- respondió
este de manera engreída y cínica. Mostrándose fastidiado de su presencia
-¡Me dejaste
esperando!, eso no se justifica-
-No lo estoy
haciendo, se me olvidó, ¿ya?- soltó fastidiado enserio, con un humor por mas
horrible
-¡Amaneciste mal
humorado!, ¿hay algo que yo podría hacer?- dijo esta con voz azucarada y de
gata callejera, acercándose a él, mientras enrollaba sus manos tras su cuello,
pegando sus proporciones a él. Este bajo su cabeza rozando su mejilla con la de
ella, llena de rubor artificial y bastante maquillaje. Estaba aburrido y mal
humorado, quizás ella serviría para descargarse. Aquellos pensamientos se
esfumaron cuando miró hacia un lado, más allá de donde se encontraban, cerca de
las escaleras. Mary bajaba las escaleras junto a Nani, y al final le esperaba
Joseph, esta al parecer le saludó, sonriendo bastante.
Jonathan se
separó de Stefanía, que si no hubiese deshecho su enredo de manos tras su
cuello, hubiese caído al suelo.
-¿Qué te pasa?-
exclamó molesta la chica
-Déjame en paz
Stefanía- dijo Jonathan sin apartar sus ojos de la escena anteriormente
descrita
-p-pero…-
-Ya deja de
ofrecerte de tal manera, el que te aflojes tan fácil no lo hace atractivo,
cariño- soltó con su cinismo a mil Jonathan volteando a verla. –adiós, linda-
sonrió cual demonio y se alejó groseramente de ella.
-¡A mi nadie me
habla así, Jonathan Rivas!- gritó de manera histérica la chica. Jonathan se
detuvo al escuchar eso, pensando en ni siquiera voltear, pero su atención se
fue de nuevo hacia Mary y Joshep, que este se había acercado a ella diciéndole
algo al oído, luego, había depositado un beso en su mejilla. -¡Jonathaaaaaaaaaaaaaaaan!-
insistió esta, gritando sin importarle las personas que la veían en aquella
situación.
-Vale Stefanía,
lo siento, ¿te hice gastar muchos condones?, perfecto- sacó dinero de su
billetera y se lo lanzó groseramente –con eso comprarás más, listo, adiós-
Stefanía miró
como caían suspendidos en el aire los billetes, perpleja, con sus ojos más
abiertos de lo normal. Desvió su mirada burlada, ya justo cuando Jonathan había
desaparecido, tratando de entender que era lo que el veía con tanta
insistencia, y al comprender y discernir quizás algo, pensando en una perfecta
venganza. Pasó sobre los billetes, pisándolos enojada.
*
Mas tarde, Nani
y Mary se encontraban charlando en el salón de ensayos, Philip, un personaje
que no había aparecido hasta ahora estaba ahí con ellas, era un chico bastante
peculiar y alocado, bastante amigo de Nani y el “mejor amigo” de Josh. Este
dijo que prefería quedarse con las chicas que con el mismo ese día debido a su
pésimo humor.
-Juro que parece
un volcán a punto de hacer erupción-
-¿Seguro que no
sabes nada, Mary?- insistió Nani
-¡Por supuesto
que no!, no hablo con él desde ayer en la tarde, suele ponerse así de vez en
cuando de todos modos- dijo Mary entretenida en sus papeles
-pero hoy
exagera, no me dejó comerme mi helado en paz- casi lloró Philip
-Ah, ¿si? ¿Qué
demonios te hizo?-
-dijo algo así
como de que no estaba bien cantar la canción de los Teletubbies mientras comía
el helado-
Mary y Nani lo
vieron con una cara en que claramente le demostraban su desaprobación ante
aquella ocurrencia.
-¡Claro que está
mal!- dijeron a coro
-¿enserio?- se
desanimó el chico
-¡Por supuesto!
Los Teletubbies no comían helado, comían tubbipapillas,
enfermo- dijo Nani visiblemente ofendida, Mary la miró con una ceja alzada
-la enferma aquí
es otra- dijo Mary, que desplomó en carcajadas
-¡No le veo la gracia!-
soltó Philip
-Oigan- viraron
a ver a una recién llegada, una chica engreída que comía chicle exageradamente,
era rubia, de esas plásticas que por desgracia estaban en la clase de baile y expresión
corporal. Le dejó a Nani un papelito y salió del salón, quedándose en la puerta
con una chica de cabello castaño rojizo, si la memoria de Mary no fallaba, esta
se llamaba Stefanía, a quien no conocía era a la otra. Nani sin entender muy bien
abrió el papel, que decía un simple: “Estás fuera del grupo de baile, gracias :D”.
Esta se quedó estática, y al alzar su mirada, las dos chicas de la puerta hicieron
un ademán con sus manos, como despidiéndose, y se fueron. Riendo a carcajadas.
Bien, una bruja
malvada había ahora apagado una constelación.