19 junio 2011

P e r f e c t combination



Y es que fue como una dulce travesura. Una trampa tendida a ella, una pantera plateada teñida de negro que la habían encerrado en cautiverio. Creyó sus conmociones detenerse, suspenderse en el aire y multiplicarse para volver a sus neuronas con mucha más intensidad. ¡Parecía un macabro juego de cartas! ¡Una apuesta! Que ella sentía perder. Estaba perdiendo ante su fuerza de voluntad, ante sí misma, y sus patéticas normas de existencia.Vencida de una u otra forma, cayó de rodillas, a su lado, de manera sigilosa y esencialmente silenciosa, encantada cual serpiente de cascabel, ante el celestial y melancólico sonido que proyectaba la caja de resonancia de la guitarra. Sus libretas desgastadas y con garabatos por aquí y por allá desfilaban en el suelo, mientras ella se hacía un ovillo detrás de él.

¿Podría ser peor? ¿Podría ser más peligroso? Y lo que más se preguntaba desesperadamente… ¿podría existir algo más glorioso y fatídico a la vez? ¿Podría existir mayor veneno que aquel éxtasis celestial? ¡Parecía ser algo más que sobrenatural! Era una afable y adictiva obsesión. Una guitarra y su ganador. Él una guerra y ella su perdedor.

Los sonidos eran armoniosos, propios de la dulce voz de aquel instrumento. La clara evidencia de su demencia era especial, Elizabeth admiraba a Alexander ensayar quizás torpemente con su guitarra, ahí, sentado en el sofá con sus piernas cruzadas entre los cojines café del mismo, con las partituras a su lado, mientras su mirada grisácea se perdía entre el infinito enmarcado entre la soledad de aquella enorme casa de invierno. Además del repiqueteo de la llovizna de aquel anochecer, podía sentirse en un eco exquisito el desfilar de las melodías de la guitarra y el propio silencio latente de ese lugar.

Ella permanecía ahí, estática ante la imagen que proyectaba su ahora guión de vida hecho un completo desastre. Ella solo acompañaba a la alfombra con una única certeza: estaba completamente perdida. Alguien había dado un golpe de estado a su gobierno particular, y ese alguien no era más que aquel guitarrista con pasión que daba su alma a cada nota que saca de aquel instrumento sin pensar en los demás.

¡Estaba frustrada! ¡Hervía en rabia!, sentía como su debilidad brillaba ante la realidad de su inocencia y temor juntos, como se marcaban en su piel con tinta indeleble, demostrándole a él de una u otra manera que la verdadera Elizabeth ya había perdido muchas guerras y estaba cansada de todo lo que se llamaba “vivir”.Ladeó su cabeza, de una u otra manera idiotizada, perdida entre las telarañas que tejían sus pensamientos cada que comenzaba a reflexionar sobre algo en su vida. Observando el perfil de Alexander, su cabellera lisa y negra, su nariz… como se mecía como lo hacía la voz de la guitarra, como desviaba su vista hacia ella y le dedicaba una mirada especial, que no decía nada, pero a la vez gritaba cosas en un idioma que ella no sabía descifrar.

Así se quedó por un tiempo, mientras la guitarra seguía cantando, y él continuaba observándola atentamente. La canción se terminó. 

Ella bajó su cabeza y comenzó a jugar con las pulseras de su brazo. 

Él dejó la guitarra de lado y se recostó totalmente del sofá, desviando su mirada de la de ella, llevándola en un plan de escape al frente.Suspiró mirando a su lado, había un puñado de dulces de colores, rellenos de chocolate. Tomó entre sus manos algunos de ellos, se llevó uno a la boca y giró a ver a Elizabeth

-es una mezcla perfecta- dijo, ella alzó su mirada sin entender muy bien, no obstante, contra su frente chocó un dulce, si, uno que había lanzado Alexander con cuidado y precisión

-explícate- dijo ella con su típica amargura, enojada por la infantil acción de aquel sujeto que la confundía más que nunca

-música… exquisita amargura, sarcasmo… dulzura, inteligencia, astucia- él hizo una pausa, mientras ella alzaba una ceja

-hablas de…- dijo ella

-de ti... de mi… de esta extraordinaria mentira que vivimos- dijo Alexander divisando los dulces en sus manos y trazando su contorno con sus dedos –finges estar bien, te tragas tu frustración, solo te dejas caer en el suelo, detrás de mí, oyéndome en mis gritos silenciosos por miedo a mi reacción- luego levó su mirada hacia ella –a la vez te observo de lejos, temiéndote y deseándote tanto que me siento como algún maniático… ¡Destruyes entonces la distancia estando lejos!, lo haces Elizabeth, solo con mantener tus ojos sobre los míos-

-aun no…- ella se puso un tanto nerviosa, se levantó del suelo –aun no entiendo tu punto- dijo recogiendo sus libretas desordenadas en el suelo, disimulando su nerviosismo

-¿Qué no entiendes?, hasta cuando me ignoras… como lo haces ahora, me siento tan maravillosamente mal que podría tomarte y no soltarte jamás, solo por oír de tus labios lo que grita tu alma detrás de tu sarcasmo- dijo él, que comenzaba a acercarse a ella

-“lo que grita tu alma detrás de tu sarcasmo”… hablas como si..-

-¿Cómo si te conociese mucho?, lo siento, pero es tu culpa- él tomó las manos de Elizabeth y dejó todos los dulces en sus manos –detrás de esta tragedia y distancia, esta la dulzura de esta historia, detrás de todos los prejuicios existen mil “te quiero” escondidos, ahora me da igual lo que crean, ahora me da igual lo planeado… porque detrás de de nuestros mismos fantasmas, - él se acercó al oído de ella –hay dos seres reflejados en un espejo… tan extraordinariamente diferentes que son iguales… como ya te dije.. La combinación perfecta…-

Extracto de una de mis historias, llamada "Álbum de canciones"
esperemos que pronto se convierta en un libro publicado 
y que guste el público :3

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