18 febrero 2012

Te conozco, ¿Quién eres?





Lo siguiente no es más  que un sueño que tuve hace algunos días. 




Era un sentimiento tan extraño, aun lucida, como creo estarlo ahora que escribo esto, lo siento, no sabría cómo explicarlo, es una mezcla de sentimientos que me inquieta. No sé si fue una mera ilusión de alguna madrugada febril o que rayos. Solo recuerdo que los colores estaban visibles, pero a la vez, había una especie de filtro azul en mi retina, todo lo veía de esta manera. Cuando comenzó, o cuando creo que lo hizo, yo veía una iglesia, una con paredes blancas, alta, con puntas al estilo gótico, y enormes campanas inmóviles. Parecía que estaba todo tranquilo, porque no percibía sonido alguno, a pesar de que se suponía que había un matrimonio, eso lo percibí al momento en que vi guirnaldas, papelillos y muchos autos a la entrada del recinto religioso, yo vestía de blanco, o eso percibí, entonces entró un pánico horrible en mí, iba a casarme.

Una locura.

Solo tengo 17 años.

Y las palabras se me iban, mejor dicho, las palabras se esfumaron. Ahora no salen, no puedo escribirlas, todo era silencioso, es difícil entenderme a mi misma cuando tengo esta sensación, esta sensación tan extraña, una certeza de que aquello era tan irreal, pero real a la vez. Un cuadro abstracto de un mensaje enviado a mi sub-consiente. Apreté mis puños en cuanto noté a un par de niñas vestidas de blanco también, ladeé mi cabeza hacia un lado divisando sus pequeños rostros tiernos, ambas de cabellos oscuros, sueltos y bien peinados, con una cesta con pétalos de rosa en sus manos y unas extrañas marcas en sus ojos. Ambas tenían una “x” en su ojo izquierdo.

Luego alcé mi vista hacia detrás de ellas, había una anciana. Una anciana vestida de mora intenso, que me miraba con furia, me inspiraba miedo, era a ella a quien temía. No sabía definir si temía entrar a la iglesia por casarme, o por aquella anciana, sabía que alguien me esperaba con muchas ansias en el interior, no obstante, solo permanecía inmóvil ahí, a unos metros de la entrada.

En un milisegundo, luego de un salto de imagen, similar al de las películas de las épocas de antaño, aparecieron un grupo de hombres, que llevaban un cadáver, una mujer vestida igual que yo, pero con los ojos marcados con lagrimas… lagrimas con rímel marcado en sus mejillas, haciendo surcos en las mismas, con formas irregulares y tétricas. Los hombres se movían de prisa, vestían de negro, y así tan repentinamente como aparecieron, desaparecieron. Llevaron el cadáver al interior. Si, dentro de la iglesia, no lo soporté.

Emprendí despavorida una huida segura, recorriendo calles tan familiares y abstractas a la vez, calles que si hubiese detallado más, me hubiesen provocado una migraña segura. Corría escondiéndome, y a la vez corría sintiendo mis rodillas pesadas, corría desesperadamente pero todo seguía lento a mi alrededor, sabía que solo debía dar zancadas más grandes, pero me era imposible, mi cuerpo apenas respondía. Era aquella horrorosa circunstancia en la que tus sentidos eran una mezcla homogénea, en lo que no sabías que era oír, oler o sentir.

Quería huir, esconderme, pues no era normal ver a alguien vestida de novia corriendo en la calle, ¿no es así?, si enviaban a alguien a buscarme de seguro me encontrarían. Otro salto de imagen nuevamente, como el anterior. Cuando vi hacia el frente vi a un gato blanco, viéndome fijamente, y extrañamente  le saludé, le hablé pidiéndole ayuda, como si lo conociese desde siempre. Ese gato se mostró amistoso conmigo, y sin más ni más, me dejó entrar en su ‘casa’, y no era una caja de arena precisamente, era una casa de humanos, normal, la sala no la recuerdo muy bien, solo sé que había ropa y que me cambié de inmediato, me acomodé en el sofá y me quedé plácidamente dormida otra vez.

Soñé de nuevo, dentro del mismo sueño, o no sé qué, y vi a la gata hablándole a alguien, diciéndole dónde me hallaba dormida… oscuridad de nuevo, o quizás escenas simples que no puedo recordar con exactitud. Cuando volví a abrir mis ojos, me encontré con que alguien estaba al frente de mí de nuevo, ahí había un singular personaje del cual desconocía sus facciones y su nombre, solo sé que ahí había alguien observándome, un chico. Mejor dicho un hombre, supe que era de unos 24 años al divisar su rostro, que si bien se que era de rasgos un tanto suaves, se me es imposible describirle a la perfección, al intentar recordar, veo todo difuso, misceláneo.

¿Quién era?, me provocaba sensaciones explícitas y nuevas, tal y como describía con alguno de mis personajes perdidamente enamorados, ¿era él quien me esperaba en el altar? Mis más bajas intuiciones me respondieron afirmativamente dicha pregunta, y sin más ni más, tiñeron de colores de desesperación y culpa mis facciones, me quedé inmóvil ahí, estática ante quien me miraba, sintiendo que había traicionado a un trozo de mi misma, que había cometido el peor de los pecados capitales, todo por el miedo. Él solo me observó también, sumido en quien sabe qué clase de pensamientos, arrodillado ahí, frente al sofá en que yo había dormido anteriormente.

Me decía con la mirada que no me preocupara, pero a la vez me decía que estaba decepcionado, que esperaba un poco más de mi, a la vez decía que lo entendía, que no tuviese miedo. ¿Qué era todo aquello? ¿Por qué no me hablaba? ¿Por qué se que lo conozco, y a la vez desconozco siquiera su nombre?
Hola, ¿sigues ahí? ¿Saldrás de entre mis sueños? ¿Existes? ¿Acaso eres Hades? ¿Me estoy volviendo loca? Responde, por favor.

Tengo miedo, tengo miedo de llegar tarde.

Si no respondes la angustia continuará, si no respondes, mi migraña empeorará. 



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